Retratos de la ritualidad del Irpastay en El Alto.

Vamonos… vamanos… a la casita vamonos, a chisir a chisir (a dormir a dormir) a la casita vámonos. Ayayay…a la casita vámonos…(cantadito)

Es el huayño tradicional, que todavía se escucha muy temprano por las calles de El Alto, significado que una pareja ha decidido vivirse juntos, ante el acuerdo difícil y complicado entre familias.

La ritualidad del irpastay, tiene todavía vigencia en los barrios de El Alto. La visita de la familia del varón pretendiente a la familia de la mujer pretendida es la lógica de esta tradición aymara.

Por lo común, estas visitas están solapadas por la noche. La familia visitada ya esta advertida con anticipación, no hay sorpresas. Lo que significa que la familia de la mujer tiene tiempo para avisar y convocar a la mayor cantidad de parientes. La idea inicial es que la robada de la pareja, en acuerdo, les tiene que costar.

Por su parte, la familia del varón, también son acompañadas por otra tropa de parientes, intuyen y conocen los más viejos, que estas negociaciones entre familias no son nada fáciles. Hay que ir preparados hay que llevarse coca, cigarros, comida, cerveza y para rematar: un grupo de músicos de sikuriadas.

El primer encuentro, no siempre son agradables. Al interior de la casa, por regla, las familias no se juntan. La ubicación es frente a frente y por lo general los padres, presentan al resto de la familia y comienza el largo interrogatorio a la familia del varón: ¿Dónde vive?, ¿de dónde es la familia?, ¿qué ha estudiado?, ¿cuánto gana?, ¿cómo le va sostener a la familia?, ¿si trabaja o no? y una montonera de preguntas más.

A la par, mientras circula las hojas de coca y el cigarro, empieza la suplica de la familia del varón, justificando la decisión de los jóvenes y orientado al mismo tiempo sobre lo lindo y lo feo de constituir una familia. Dicen que la coca hace hablar, se vive un ambiente de sinceridad y búsqueda de confianza.

Con estos antecedentes, se inicia el rito del perdón y el permiso, los jóvenes son ubicados en el medio de la casa y de rodillas piden perdón a ambas familias y piden el permiso para vivirse juntos. A tiempo de recibir la suplica, las familias les obsequian aguayos, cargados de coca, papás, chuños y otras comidas para que nunca falte el alimento.

Desde ese momento, las dos familias se han juntado, ya no son ajenos, ahora son compadres. Todos se acercan a la nueva pareja para recomendarles y felicitarles. Comienza a servirse la comida, las bebidas y se escucha las melodías de la sikureada. Ahora toda la familia se junta y se mezcla, se ha diluido los frentes tensos.

En medio de la fiesta, se activa el sentido de la visita, de robarse a la novia, tan sólo hay que esperar que la familia de la visita se descuide. Y ya nomas aparecen en la calles, bailando entre las 2 y 3 de la mañana, el tradicional Irpastay.

El robo esta consumado…

Por Marco Alberto Quispe Villca

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